El postureo (reflexión católica)

El postureo: el desequilibrio de una sociedad sin Dios. 

Si escuchas “posturea para que el mundo lo vea”, probablemente te sale directamente continuar la canción de Arnau Griso (y si no, ¿¡dónde estabas en 2018!?), Para que el mundo lo vea, diciendo, “que la vida con un filtro no es tan fea, y si no te sientes guay, es porque tu autoestima se mide en likes”. 

Si te digo la verdad, pensaba que la palabra “postureo” era una más de esas que usamos que no aparecen ni en la RAE, pero me ha sorprendido saber que, por lo visto, sí aparece. Se define como: actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción.

De todas formas, veo demasiadas “palabrejas” en esa definición. Me parece que los jóvenes sabemos de sobra lo que es. La realidad es que la sociedad está muy desorientada, ni siquiera la gente que da una apariencia de felicidad en las redes sociales lo está, como se puede ver en otra de las frases de esta canción: “Me gustaría ser lo que aparento, dejar atrás la esclavitud de lo perfecto”. 

Sin embargo, no vamos a encontrar la felicidad en lo aparente, sino en lo verdadero. La sociedad de ahora es como un edificio sin cimientos, que no se basa en nada y es muy relativista, por lo que está lleno de contradicciones. Cuando viene algún terremoto que hace que el edificio tiemble, se hace pedazos cada losa que lo integraba y se derrumba entero. En una sociedad tan inestable, lo difícil no es caminar, sino mantenerse con equilibrio; lo difícil no es aprender a caminar, sino aprender a dirigir tus pasos. 

Por eso los católicos no tenemos que tenerle miedo a dirigir nuestros pasos hacia Dios, tenemos que ser un ejemplo. Dirigir nuestros pasos no es ver a dónde vamos, sino, con los ojos vendados, poder confiar en que Dios nos está llevando por el camino correcto. 

Dios no va a mirar tu perfil de Instagram, ni de Tik Tok, ni de Twitter, ni de Snapchat, ni de Facebook,  ni de ninguna otra red social. No se va a fijar en tu número de seguidores, en tu número de likes, ni va a darte ventaja por usar tantos hashtags. Dios solo te va a preguntar sobre el amor que has dado. Dios no se queda en lo superficial. Su perspectiva va a lo más hondo de tí, a ver lo que nadie más ve, por que Él ve más allá, Él ve en lo secreto. 

Una de las frases más llamativas de Carlo Acutis es: “Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. La sociedad actúa como una impresora: puede hacer de ti una fotocopia, imprimiendo en ti lo mismo que acaba de poner en varias hojas más; o puedes ser esa hoja entre documento y documento que se queda en blanco, una entre pocas, en la que se puede escribir a mano algo que nunca será igual en otra. La originalidad es algo que todos tenemos, pero que no todos potenciamos, ¿te das cuenta? Raya tela. 

El postureo nace de que tenemos mucho miedo a pensar, mucho miedo a darnos cuenta de qué es la verdad. 


“Lo que pasa es que el mundo no quiere escuchar,

no vaya a ser que vea, que entienda y se empape,

de esta alegría que nos quiere regalar,

no vaya a ser que entienda, se convierta y se sane”. 

(No temas - Jaime Olguín)

 

«¿Miedo a pensar? ¿Pensar? ¿Qué es eso? ¿Se come?». Miedo a darnos cuenta de que Él nos quiere infinitamente y que está dispuesto a entregarse en una Cruz por nosotros. Miedo al amor de Dios, porque es algo tan grande que no podemos entenderlo. 


“No temas a la Luz,

no temas a la Paz,

no temas a la Alegría,

no tengas miedo a ser feliz”.

(No temas - Jaime Olguín)


De hecho, una de las frases más famosas del Papa Juan Pablo II es “¡No tengáis miedo de mirarlo a Él!”. Si Dios está con nosotros no tenemos que temer nada, entonces menos miedo tenemos que tenerle a estar con Él. La sociedad se aferra a las paredes del edificio que te decía, porque no tiene unos cimientos como para saber que está edificado sobre algo seguro, y sucede que, al agarrarse a las paredes, el edificio se inclina hacia los lados, nadie puede mantenerse en pie así.

La sociedad hace ruido, ya lo habrás oído otras veces, y eso no nos deja escuchar Su voz. El ruido son muchas cosas: las redes sociales, la moda del "yo, mi, conmigo", los deseos materialistas que nos hacen olvidarnos de lo importante… Siempre me han dicho que hay que acallar todo este ruido para escuchar a Dios, pero, ¿cómo? Apaga un momento la música que tienes puesta, deja el móvil, deja todo lo que tengas en las manos, siéntate, ponte en presencia de Dios y pídele que te ayude a hacer silencio en tí. Dios tiene un tono de voz tan suave, tan silencioso y potente a la vez, que solo alejándonos del ruido, posponiendo nuestras preocupaciones banales, se le puede entender. 

“La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos”. Carlo Acutis dice que la conversión no es más que un “simple movimiento de ojos”. Y realmente es solo eso, lo que pasa es que nosotros lo complicamos todo mil veces más, nos empeñamos en que hay otros caminos más fáciles que pasar por Dios, y luego tiene que indicarnos Él por donde se vuelve para atrás. 

Para no ahogarnos en una sociedad como la de la actualidad, para no dejarnos llevar por el postureo, por las modas, etc. Para eso, necesitamos a Dios. 

¡Que seamos luz para el mundo y llevemos a Dios a los demás! 

Pumo. 


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