Los dos caminos que te abre la libertad (reflexión católica)
Una pequeña metáfora sobre los dos caminos que te abre la libertad.
Llega un punto en el que te das cuenta de que seguir a Dios no es un hecho, que no seguimos a Dios simplemente porque exista, que la libertad que Él nos da abre dos caminos. He querido reflejar esto en una pequeña metáfora que escribo aquí:
El primer camino parece más complicado, porque va cuesta arriba. El suelo es pedregoso, con mucho riesgo a tropezar y caerse. Además, hay maleza a los lados, que parece que a lo mejor te va a agobiar un poco, y está todo en silencio. Tampoco sabes cuantos giros inesperados puede dar después de esa curva de la que ya no ves la continuación. Aparentemente es un tostonazo de camino.
Sin embargo, desde esa bifurcación también se ve el otro camino, el que no se sabe bien a dónde va. Un camino uniforme, sin piedras, del que sale una música que lo anima todo. No hay cuestas, todo es llano. Está vallado, lo que hace que veas claramente el camino y no tengas que ponerte a buscarlo. Parece un camino muy cómodo y atractivo.
Resulta que ninguno de los dos caminos son lo que parece. Si caminas por el primero, te vas tropezando y a veces te caes incluso, pero siempre hay alguien que te ayuda a volver a levantarte. La cuesta se te hace amena porque no vas pendiente del final, sino que te vas parando a ver todas las cosas preciosas que hay a tu alrededor, entre la maleza: cosas pequeñas, medio escondidas en lo evidente, que tienen algo increíblemente especial y llamativo. Y lo disfrutas, poniendo los ojos en lo que te rodea para poder ver toda esta novedad, pero tienes el corazón en la meta. El silencio, que en algún momento te puede hacer pensar que estás solo, lo embarga todo de tranquilidad, y te permite escuchar a alguien que te habla susurrando, para que no te pierdas y puedas disfrutar del camino a la vez.
En la segunda opción, un camino que va "todo tieso”, todo recto, tan llano, tan monótono, que aburre. Desde fuera parece fácil, sin baches, cuando es en realidad un camino de arenas movedizas, de las que al principio no te das cuenta, porque son leves, pero poco a poco van haciéndose más hondas y difíciles de salir, y te vas ahogando pero nadie escucha tus gritos que piden socorro: todos van enfrascados en la canción que va sonando. La música tan fuerte que al principio te hacía saltar como si no hubiera un mañana, ahora hace que te duela la cabeza, como si estuviera a punto de estallar; y que no puedas escuchar las indicaciones de la gente a la que preguntas que a dónde lleva eso.
Desde esa bifurcación del principio, ese lugar donde escoges el camino que vas a seguir, no solo salen personas, algunas también llegan, porque han decidido dar media vuelta y volver a replantearse su elección. ¿Por qué?
Los que vienen del primer camino, después de haber caído ellos, no han aceptado la ayuda para levantarse y al seguir andando a gatas, todas las personas que se caían alrededor les molestaban, entonces habían decidido volver a reconsiderar si ese camino les iba a traer la felicidad, porque no lo estaban recorriendo de la forma correcta.
Los que vuelven del segundo camino, después de darse cuenta de qué estaba hecho el suelo, después de mucho esfuerzo por salir, consiguen agarrarse a las vallas de los lados y las saltan. Vuelven arrastrándose, destrozados, intentando que alguien les ayude. Con la esperanza de que el primer camino les haga felices de verdad.
Estos son los dos caminos que la libertad nos abre en nuestra vida. Lo más tocho de todo esto es que somos totalmente libres de elegir por cuál vamos, nadie nos obliga, nadie nos oprime. Dios nos da esa libertad para que sea lo que sea lo decidamos nosotros: para que vayamos por el camino que va hacia arriba, que va al Cielo, que elige amarle; o por el contrario, para que nos vayamos por nuestra cuenta, pensando que somos más libres aunque sin darnos cuenta de que las vallas no nos dejan elegir realmente, y nos hacen unos esclavos sin voz ni voto en nuestra vida.
Y esta comparación no es tan abstracta. Puedes coger dos caminos, pero, ¿cuál te va a traer la verdadera felicidad? ¿Cuál es “el” camino?
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.Juan 14:6
¡Que seamos luz para el mundo!
Pumo.
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