El sufrimiento tiene un sentido (reflexión católica)

 El sufrimiento tiene sentido (reflexión católica)

El mal viene muchas veces seguido de sufrimiento, y la gente sigue preguntándose cómo es que Dios lo permite. Pues bien, hay una frase que lo responde directamente, pronunciada por el Papa Francisco: “La cruz de Jesús es la respuesta de Dios al mal del mundo”. 


La Cruz de Jesús, que gracias a ella sabemos que la guerra está ganada, y que tenemos que preocuparnos de ganar las batallas de nuestro día a día para estar en el bando ganador. «¿Guerra? Entonces, ¿Dios no es pacífico?». ¡Claro que sí! Dios trae la paz. Siempre he escuchado esta frase: “Si vis pacem, para bellum”, o sea, “si quieres la paz, prepara la guerra”. No la entendí hasta que me dí cuenta de la cantidad de tentaciones que tenemos a diario, que cada día hay una batalla muy fuerte en nuestro interior entre el bien y el mal. 


Por eso la Cruz es la respuesta al mal. Hay unas palabras que nos asustan muchísimo a la gente de ahora, sencillamente nos dan palo, y son “sacrificio” y “entrega”. Justamente lo que Dios, que lo tiene todo, hizo por tí. Un sacrificio, una entrega, en la que te demostró lo que vales: su sangre; lo que te ama: hasta dar la vida por tí. 


Su Cruz es sacrificio y entrega, y también compasión, amor, misericordia… Dice también el Papa Francisco: “Dios nos juzga amándonos, si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. No olvidéis esto”. 


A veces, ante una cruz en nuestra vida nos gustaría correr, como vemos en mucha gente que ante una desgracia decide huir de Dios. Cuanto más lejos entierras tu cruz para no tener que sujetarla, cuanto más hondo la escondes, más lejos va a estar de la Suya. Su Cruz no fue cosa de un día, Su Cruz está tan presente ahora como Él mismo. Un día escuché en Misa: “muchas personas no conocen realmente a Dios hasta que sufren y se sienten sostenidos”. Porque tener a Cristo presente en tu vida no es una inmunidad para los problemas, para las cruces, sino la paz en medio de ellos. Es el Cirineo que viene a ayudarte a llevar tu cruz. 


Los cristianos tenemos que ser, una vez más, un ejemplo. Tenemos que tener muy presente que el bien puede contra el mal y que la cruz no está para clavarla al pie del monte Calvario, sino para subirla. 


Cuánto cuesta ver a través de todas esas lágrimas que el sufrimiento llena los ojos, que se forman de todas esas cosas que no entendemos por qué suceden, que se las echamos en cara a nuestro Padre, olvidando que todo lo que Él poda, después crece:


«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto”

Juan 15:1-2


Cuando nos olvidamos de esto y llega una tormenta, empezamos a buscar frenéticamente la respuesta a un “¿por qué?”. A nosotros no nos toca cuestionar al Padre en sus decisiones, en su criterio, no lo entenderíamos porque no somos dioses. Lo que quizá tenga más sentido preguntarse es “¿para qué?”. A lo mejor eso si que lo puedes llegar a entender. 


 “Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él” - Madre Teresa de Calcuta


El sufrimiento no es una carga, porque no es simplemente la cruz, sino un camino a la santidad, el camino que hizo Jesús cargando con la Cruz subiendo al Calvario. 


La fe es una semilla, eso siempre lo han dicho. ¿Cómo crecen las semillas? ¿Cómo se convierten en árboles con un tronco robusto y unas hojas y flores preciosas? Crecen gracias a que llueve. Cuando llueve, solemos pensar «qué rollo, no voy a poder salir» o «vaya pereza de día, que solo me pone de mal humor». 


Ahora ponte en los zapatos de un agricultor que ha sembrado y quiere tener cosecha. Llueve y dice “¡Qué bien le va a sentar esto al campo!” o “¡Qué bien viene esto para que crezca el trigo que he sembrado!”. Así pasa con la fe. Si en vez de quedarnos con la semilla en la mano, le preparamos un hueco en la tierra, la plantamos, cuando vengan las tormentas servirán de riego, y la planta crecerá bien. Si no hemos plantado nada, la tierra se llenará de barro y cualquiera que camine por ella se llenará de él. 


En medio de las tormentas, la fe es nuestro salvavidas: si te sueltas de él, te hundes. Si te fijas en distintos pasajes del evangelio, Jesús les insistía mucho a los apóstoles en que tuvieran fe. Te voy a poner uno de ejemplo: 


“Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza”. 

Mateo 8:24-26


Dios siempre tiene algo mejor para nosotros, tienes que confiar en Él y dejarte hacer. Te digo por propia experiencia que a pesar de que al principio no ves nada entre la niebla, luego esta se disipa y te das cuenta del regalo tan grande que Dios te ha hecho por creer en que Él lo iba a solucionar. La seguridad no es la situación en la que nos encontramos, sino que Él está con nosotros. Muchas veces Dios sólo necesita que tú creas en Él para obrar en tu vida.


“Ve, y como creíste, te sea hecho”.

Mateo 8:13


¡Aceptemos nuestras cruces y seamos luz para el mundo!

Pumo. 


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